lunes, 8 de octubre de 2012

Verdad o Realidad


Últimamente no estaba muy acostumbrada a tener día de fiesta. Veinticuatro horas en las que no tienes ningún tipo de obligación laboral y puedes dedicarte a ti misma.
Desde que me había afianzado en mi trabajo, el volumen de mi tiempo libre se reducía por semanas.
Por eso cuando me encontré con un jueves en el que, gracias a mi cada vez más hábil organización y la coincidencia de que fuese fiesta nacional, no tenia absolutamente nada que hacer me quede en blanco.
Intente seguir mi rutina el máximo tiempo posible, levantarme a las 8, visita al gimnasio, té en el sofá mientras veía la actualidad…la desorientación llegó a las 10 cuando yo, normalmente, debía salir hacía el estudio para organizarme las labores diarias. Hoy no tenía que hacerlo, hoy era libre. Fue cuando me di cuenta que no tenía ni la menor idea de que invertir esas largas horas desocupadas que se me presentaban. Y es que, la libertad mal gestionada te encierra en una cárcel mayor que cuando no existe tal libertad.
Me acerque a la nevera y leí esa lista de cosas, que a diario apuntaba como pendientes y que nunca tenía tiempo para llevar a cabo. Eran, en su mayoría, tareas del hogar que me resultaban incomodas y poco apetecibles pero que si no hacía hoy, no serían hechas nunca. Arranque el pequeño papel amarillo que se había convertido a lo largo de las semanas, desde que vivía sola, en una encadenación de seis post-its que me decidí a hacer por orden de antigüedad. A las 12:30, cuando había tachado la última de los dieciséis guiones de la lista, no todas llevadas a cabo con la profundidad que mi madre me habría requerido, la sensación de orfandad volvió. Hasta aquel día no me había percatado del cambio que había experimentado y no solo mi vida, sino mi personalidad.
Supongo que cuando los cambios son sutiles y se producen poco a poco es más difícil detectarlos hasta que te chocas contra ellos. Tal vez, para la gente que convive contigo es más fácil reconocerlos, o incluso para la gente que te conoció en un tiempo atrás y por cosas del destino, mi tan venerado destino, te vuelves a cruzar. Porque cada uno vivimos una realidad, nuestra realidad. Y con un poco de suerte conseguimos que esa realidad se coordine con la de personas que caminan a nuestro lado.
Nunca he entendido cuando, en un programa de televisión, escucho a alguien decir que va a contar su verdad. ¿Su verdad? ¿Es que existe una verdad para cada uno? Yo creo que no. Que en todo caso, lo que van a compartir con lo demás es su visión de la realidad.
 La verdad es algo objetivo, inalienable. De ahí, que cuando no se puede asegurar algo con total certeza se diga que no es una verdad absoluta. Pero la realidad, eso es algo diferente. La realidad es la interpretación que cada uno, como ser independiente, hacemos de las vivencias que suceden en nuestro día a día. Nadie puede ser objetivo con la realidad. ¿Cómo se puede intentar analizar desde fuera, algo que has vivido tú, que te ha sucedido a ti, que has sufrido en tu piel? De hecho, es bastante curioso como puede cambiar la percepción que has de una discusión, una declaración, un acontecimiento o cualquier otra cosa; dejando pasar un lapso de tiempo. Y la verdad de lo que paso no ha cambiado, si lo ha hecho tu visión al enriquecerla de más experiencia, de más edad, de mas conocimientos o simplemente, de otra perspectiva.
Algunos ejemplo en mi vida de distorsión entre mi realidad y la verdad, se me han aclarado ahora que me he puesto a pensarlo.
Mi realidad: Solo es sexo no significa nada; puede estar con quien quiera, no soy celosa; si esta conmigo es porque me quiere y si no que se vaya, no me importa.
Verdad: Si no me ha llamado después de acostarnos es porque para el solo era un polvo más; no puede importarme que este con otras porque no soy nadie para él y voy a sufrir; ¿Por qué ya no quiere estar conmigo? Yo no he cambiado ¿Que he hecho mal?.
Y esto podría ser una enorme lista, que ocuparía mucho más que seis post-its si analizara punto por punto cada dimensión de mi vida y la cantidad de adornos que voy poniendo en mi realidad, para no enfrentarme a la dolorosa verdad. Pero… ¿Sabéis qué?
Al final la que vive conmigo misma a diario soy yo, así que voy a decorar mi realidad tan bonita como pueda cada segundo. Esto no significa que me engañe, se lo me espera hay fuera, sino que mi única meta en esta vida es ser tan feliz como pueda y si para ello, es necesario maquillar la vida…pásame el pintalabios rojo que hoy es un día para estar seductora.

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