jueves, 24 de abril de 2014

Que enamorarse no sea una meta pero tampoco una prohibición

Hoy es uno de esos días en los que me habría quedado en la cama, siendo muy feliz, sin hacer nada. No porque estuviese triste o augurase un mal día, simplemente quería quedarme en el mundo de mis sueños.
Esta noche he soñado que me volvía a enamorar, se que suena cursi, pero me he despertado con una enorme sonrisa. Yo, que soy muy positiva, lo he interpretado como una buena señal.  Y es que pensaba que mi corazón seguía anestesiado, pero soñarlo muestra una pequeña hojita verde en el enorme desierto que es mi vida amorosa.
No es que estuviese asustada por mi apatía, interpreto el miedo como un sentimiento de mucho más peso del que yo tenia con este tema. Mas bien estaba inquieta. Me creaba cierta intranquilidad pensar que me había transformado en una de esas cínicas, amargadas incapaces de volver a sentir lo intenso y profundo del amor.
Cierto es que siempre recomiendo que las malas experiencias no nos quiten la esperanza pero, cuando llevas tantas seguidas como yo últimamente, a veces la tentación de pasar de lo que al romance se refiere resulta muy apetecible.
Hasta hace unas semanas no me había planteado mi "inquietud", lo veía algo natural dado mi ritmo de vida. El trabajo esta yendo a cien por hora y el poco tiempo libre que consigo lo dedico a mi familia y amigos. Por lo tanto, el no tener pareja me parecía salvable, no lo echaba de menos. Pero de pronto, conoces a alguien dulce, que reúne muchas características de las que tienes en tu lista de necesarios, que te presta atención, que muestra mucho interés por ti, y aún así, tu sigues con todas las barreras subidas. No le dejas entrar con excusa de falta de tiempo. 
Fue en ese momento cuando surgió mi temor ¿Y si ya no estaba capacitada para enamorarme?. No quiero decir que sea una dolencia crónica y que me impida hacerlo para siempre, pero ¿Y si mi cumulo de recientes desilusiones me habían abocado a perder el sueño de vivir mi épica historia de amor?. 
Dicen que cuando estas frente a esa persona, la de verdad, la que te llena, lo sabes. Aunque yo suelo ser bastante cegata para esas cosas. Lo siento, pero necesito un enorme cartel de neón con una flecha que por "ES EL". 
Obviamente no estoy tan loca para creer que esto sucederá, lo del cartel digo, así que aguardo señales más sencillas, muestras por parte de la otra persona que me indiquen el camino.
Ser decidida, en este sector de mi vida no me ha ayudado en nada...así que necesito que alguien equilibre la balanza. Se que suena egoísta, incluso que parezca a delirio pensar que alguien va a venir a rescatarte de ese agujero en el que te has metido, pero lo anhelo. 
La independencia y autosuficiencia, que muestro en todos los aspectos de mi vida, son inversamente proporcionales a lo que espero de mi pareja...al final, todos buscamos una piedra a la que agarrarte cuando todo lo demás se mueve sin control.
Lo admito, me he acomodado a no tener que dar explicaciones, a hacer las cosas cuando quiero y porque quiero, a no esperar nada de nadie para no desilusionarme y depender solo de mi... lo que me creó el convencimiento de saber que puedo ser feliz sin pareja, que a su vez, me ha originado la "inquietud"  creer que existe la posibilidad de haber cerrado mi puerta al amor...
Pero hoy lo he soñado, hoy, aunque haya sido durante un nano-segundo, la dicha por querer de esa manera a alguien me ha inundado, y eso es una señal, NO ESTA TODO PERDIDO!!
Así que ahí va un consejo, claro que se puede ser feliz sin pareja, pero que no sea el acomodamiento ni las desilusiones las que te lleven a no tenerla o a cerrar los ojos intencionadamente cuando hace su aparición estelar. 
Enamorarse no tiene que ser una meta, pero tampoco una prohibición.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El Amor ¿Un bien fungible?

Abrir la puerta de mi casa era todo un placer, después de un día intenso de trabajo y obligaciones varias, solo podía fantasear con el sofá. Me preparé una tortilla francesa y puse la tele. Me encantaba mi independencia, no dar explicaciones...aunque no podía negar que echaba de menos algo de compañía, recordar con ligera nostalgia que me esperasen en casa con un beso.
En ese momento recordé un capitulo de Sexo en Nueva York, en la escena discutían sobre cuantos amores puede vivir una mujer a lo largo de su vida. Y por unos segundos, sentí cierta angustia... ¿Existirá un número cerrado de veces que te puedes enamorar? ¿Un amor de tu vida, dos, tres...? ¿La capacidad de enamorarte se acaba agotando?.
En realidad, tiene bastante sentido pensar que todos tememos que, de verdad, exista un límite. Que llegues a tu tope sentir la ilusión, las angustias...la multitud de sensaciones que inspiran el hecho de enamorarte. Solo hay que observar la conducta que tiene la mayoría de la gente cuando termina una relación. Solemos quitarle importancia, sobre todo si ha durado poco. Nos convencemos, y mostramos a los demás, que no hemos estado enamorados, que ha sido un capricho, una aventura, un embobamiento...nunca lo suficiente importante para considerarlo un amor. 
Y no digo que todas las relaciones que emprendamos lleven aparejadas el amor, pero me resulta curioso la capacidad que tenemos para subestimar aquellas historias que no acaban de cuajar, y en el fondo creo que es guiado por el miedo a estar desaprovechando los cartuchos de amor que tenemos disponibles.
Tememos que si nos enamoramos muchas veces un día se agote la posibilidad de volvernos a enamorar. Como si el amor fuera algo cuantitativo y consumible. Porque ¿Qué pasaría si me he enamorado de fulano, y de mengano y no ha salido bien? ¿Ya no me voy a enamorar nunca más?
También la existencia de estas dudas se demuestran en lo que tardamos en admitir, a nosotros mismos o a los demás, que nos hemos enamorado de alguien. Utilizamos una infinidad de sinónimos para no utilizar la palabra de cuatro letras, como si nos convirtiese en seres débiles y vulnerables el hecho de que nuestro corazón haya decidido aceptar que alguien entre.
Una vez más, me niego a potenciar el miedo a nada. Asustarse del amor me parece una aberración, al igual que me lo parece creer que existe un número limitado de enamoramientos por persona. Lo que hay que saber diferenciar es las diversas maneras de vivir el amor en cada ocasión. Quiero decir, que claro que te puedes enamorar mil y una veces, y toda y cada una de ellas de maneras diferentes. Pensar que no estás enamorado porque lo comparas con un noviazgo anterior, más serio y formal, pero totalmente distinto al que vives, es una absoluta bobada.
Cada amor, surge, evoluciona y desaparece de maneras diferentes.
Los hay que se cocinan a fuego lento, con el tiempo, con pequeños detalles, con entrega día a día hasta que llega el momento en que te das cuenta que una amistad se ha transformado en algo más intenso.
O el amor a primera vista, (Si, se que parece un tópico pero yo creo) ese que aparece en unas décimas de segundos, horas o días, convirtiendo a alguien a quien acabas de conocer en el centro de tu vida.
¿Por qué motivo tengo que pensar que uno es más valioso o profundo que el otro? Otra cuestión es como tengas que conservarlo, o cuidarlo, que ahí casi siempre se cumplen las mismas condiciones, respeto, dedicación, atención...
El amor hay que disfrutarlo, saborearlo, exprimirlo y vivirlo de todas las formas que la vida te de la oportunidad de hacerlo. Romántico, salvaje, duradero, fugaz, intenso, adulto... que más da. Lo importante en sentirlo todas las veces que puedas y aprender de ellas.
Consejo de hoy: SALIR, ENAMORAROS, VIVIR!!! Y si se termina, si no es para siempre, pensar que la vida es generosa y os concede la ocasión de hacerlo de nuevo y con un poco de suerte, diferente y más divertido.


lunes, 17 de febrero de 2014

Poner normas...la mejor excusa para saltartelas

Otro lunes en el estudio, un lunes especialmente frío, y nos solo porque viniese después de San Valentía, o porque el sábado hubiese sido raro, sino porqué de verdad, era una mañana tremendamente gélida.
Se había convertido en una de mis costumbres dedicar la primera hora de la semana, mientras todo se ponía en funcionamiento y se caldeaba la habitación, a hacer un recorrido por las aventuras del fin de semana.
En realidad había sido bastante completo, pero al volverme a jurar por decimaoctava vez que no iba a perseguir nunca más a nadie, me di cuenta que esa era otra mala costumbre que había adquirido.
Soy una radical, y si no me establezco normas inamovibles, acabo haciendo justo lo contrario que había planeado. Cuando creo que alguien está jugando conmigo, me tengo que obligar a romper absoluto contacto con esa persona, porque si lo dejo en medias cintas, acabo olvidando el motivo que me llevo a tomar esa decisión y vuelvo a caer.
Supongo que es uno de los inconvenientes de la memoria selectiva y mi búsqueda de la felicidad, que las cosas que me desagradan o me incomodan, por algún motivo, desaparecen por completo de mis recuerdo, y eso suele llevarme a desastres bastante absolutos de vez en cuando.
Este sábado me había llevado a la conclusión de que la mejor manera de asegurarme no pasarlo bien, es estar pendiente de los movimientos de alguien. Es cierto, que debido a mi regreso a la adolescencia sentimental, estaba adquiriendo conductas que deje atrás durante mucho tiempo y que no eran, para nada, recomendables.
Sé que no es la primera vez que lo afirmo, pero me reitero, que alguien me guste me hace peor persona, por lo que soy muy feliz dejándome llevar por aventuras de una noche que no conllevan obligaciones ni complicaciones, al menos por ahora.
Me he planteado que mi problema, en realidad, es que intento convencerme de estar preparada para dar un paso más y comenzar algún tipo de relación más profunda cuando, claramente, no estoy preparada. Pero me asusta que cuanto más tiempo pasa, más independiente me hago, y es posible que nunca más pueda adaptarme a estar con alguien, volver a contar con él...y esas cosas que debes hacer cuando encuentras una pareja. 
Nunca me voy a forzar a hacer algo que no quiero, pero la verdaderamente, toda mi seguridad, firmeza y decisión se evaporan en cuanto tengo cerca a alguien que realmente me interesa.
Me llena de impotencia volverme así, y para que negarlo, una vez más, no llevo bien el rechazo y tampoco estoy acostumbrada a el. Por ello, cuando alguien me supone más esfuerzo de lo necesario, o no consigo pillarle el punto, me bloqueo. Suelo tener las situaciones bajo control, es a lo que estoy habituada, y cuando algo se me va de las manos no sé como afrontarlo. Muchas veces es porque yo me he torcido, o simplemente nos hemos desorientado, pero nunca se me ha dado bien corregir. Soy más de...empezar de cero o desistir.
¿Por qué las personas somos tan complicadas?¿Por qué hacemos pagar a personas que acaban de aparecer en nuestra vida lo que nos hicieron en el pasado?¿Es posible creer con firmeza en que algo funcionaria aunque en realidad no exista ninguna señal que te lo haya confirmado?
Siempre he pensado que soy de seguir caminos fáciles, me escudo en que si el destino lo ha puesto ahí, no debo resistirme. Pero en esta ocasión, y a pesar de que el universo no para de enviarme cordura para que me retire, yo insisto, y no me resigno a creer que debo ceder. Me he descubierto teniendo fe, fe ciega en algo que no tiene ningún sentido, ni practico, ni de ningún tipo. Pero ahí estoy yo, estampandome una y otra vez con el mismo muro, porque una lucecita en lo más profundo de mi interior me dice que es lo que tengo que hacer. Por algún motivo tengo que insistir y hacer el capullo, sin llegar a perder mi dignidad por el camino. Pero ¿Dónde se encuentra la linea entre la insistencia romántica que acaba en final feliz, y el acoso por parte de un perturbado obsesionado? Y es que, cuando lo miras desde tu perspectiva, te puedes sorprender dándote cuenta de cuantas veces has tachado de pesados a chicos por ser menos persistente de lo que tu puedes llegar a ser, y eso es terrorífico.
Supongo que el limite lo marcas tú, y hasta el punto en el que te sientes cómoda con tu actuación, y es el momento en el que empiezas a cuestionarte este asunto, el exacto en el que debes parar, porque ya empiezas a estar insegura, y no vas a actuar con cordura, convirtiéndote en una víctima de las circunstancias, siendo vulnerable a cualquier tipo de comentario que te dañara mucho más.
Otro error que suelo cometer, y reconozco, es que necesito, al menos procuro, terminar las noches con un buen recuerdo...y eso, significa, que si me ha pasado algo malo, necesito buscar un final feliz, algo que ocupe mi tiempo del lunes... no hace falta que especifique que a veces lo encuentro en cosas insignificantes y ridículas, pero soy una optimista y a mi me vale.
Ahora, ya pasado San Valentin, pienso en las muchas frases que leí en ese día que me hacían pensar... el amor no se busca, pero hay que estar abierto a encontrarlo... ¿Estoy en ese momento?¿Estoy dispuesta a volver a ser una novia? y si es así ¿Habré aprendido algo de mi relación anterior? 
Como ya he dicho mi búsqueda de la felicidad me provoca ser un poquito egoísta, y a medida que maduro, poco a poco, estoy más segura de lo que merezco y lo que estoy dispuesta a dar, el problema, es que tiendo a encontrar a las personas equivocadas, que hacen que me vuelva a radicalizar y perjurarme que no voy a volver a portarme bien nunca más. Porque en realidad, me siento mucho más cómoda en el papel de villana, que el de princesa enamorada. 
Aunque claro, la rebeldía forma parte de mi código genético, por lo que cuantas más normal me impongo, más ganar tengo de saltármelas, y me imagino que he ahí el origen de mis radicalizaciones...en el fondo sé que cuanto más me prohíbo algo, más me voy a esforzar por conseguirlo...de hecho, es posible, que sea la única manera de la que quiera esforzarme.


miércoles, 15 de enero de 2014

Cambiar/Mejorar, ¿Encuentras la diferencia?

Han pasado dos semana desde que empezó el 2014, un nuevo año que comienza tan diferente al pasado que me cuesta asimilar lo mucho que puede cambiar todo en 365 días.
Aunque, me doy cuenta que a pesar de todos los propósitos, esperanzas, compromisos conmigo misma...hay muchas cosas que no puedo variar.
Leí el otro día una frase que me hizo reflexionar, "Nunca cambies quien eres por nadie, porque cuando se vaya no quedarás ni tú". ¿Merece la pena dejar de ser como has sido durante toda tu vida por alguien? ¿Donde está la diferencia entre cambiar y mejorar? ¿Se considera cambiar a adaptarse?.
A estas alturas a nadie le sorprenderá que estoy acostumbrada a ser...conquistada. A lo largo de mi vida he jugado mucho con las relaciones, pero nunca he intentado, frontalmente y sin rodeos comenzar algo con alguien. Pero claro, es imposible darse cuenta de hasta que punto afecta a los demás tu manera de actuar hasta que te topas con la horma de tu zapato. Esa persona a la que puedes reconocer perfectamente, y meterte en su cabeza con una facilidad pasmosa, porque reacciona exactamente igual que tú, lo que lo hace profundamente insoportable, porque en realidad te asusta ver lo mal que lo haces a veces y los perjuicios que provocas.
En ocasiones, conoces a alguien que, sobre el papel, reúne todas esas cualidades y características que buscas en una persona pero, a la hora de la verdad, no da la talla. Y no seáis mal pensados, que no siempre hablo de sexo. Está más relacionado con el avanzar. Sin darme cuenta me veo esperando noticias, o que me propongan quedar, cuando, en realidad, nunca he sido así. Yo soy la que no tiene tiempo, la que se deja llevar sin planificar, la que no tiene expectativas y la que, por supuesto, no se ilusiona sin que hayan provocado que se ilusione...
Es curioso lo que a veces provoca la idealización. Como podemos llegar a justificar a una persona, sin que ni siquiera lo haya intentado por si misma, solo porque ha surgido esa chispa de esperanza de que pueda funcionar.
Tengo que admitir que, gracias a esto, me he dado cuenta de lo irritante que es que se diga una cosa y demostrar todo lo contrario. Que si, que yo solía escudarme en que soy complicada y cambiante...pero me doy cuenta de que lo que he sido hasta ahora es una insegura. Siempre esperando a ver señales que me hicieran sentir lo suficiente reforzada para dar un paso hacia delante sin pensar que me voy a estrellar contra un muro de hormigón. 
Hay gente que me llamaría precavida, o práctica, porque al final solo doy a cada persona lo que recibo de ella. Pero, no es lo que quiero. No puedo estar, constantemente, aguardando a que sean lo demás los que me enseñen el camino a seguir. Soy alguien decidida, e igual que a la hora de tener relaciones sin complicaciones (si, ahora si hablo de sexo) no tengo ningún miramiento en ser la que da el paso, cuando reconozca algo que quiero, tengo que ir a buscarlo, aunque implique correr ciertos riesgos. 
Estoy decidida a tomar las riendas de mi vida e ir a buscar las cosas que quiero, sin esperar a que mi amigo el destino quiera dejarlas a mi alcance. Y es que, al final, a quien tienes que mantener contenta es a una misma, porque es con quien duermes cada noche. Así que, lo único que me preocupa es si al final del día he hecho todo lo que estaba en mi mano para que mi vida sea mejor, mis relaciones mas enriquecedoras, mis sueños más cercanos y yo sea feliz, con todo lo que implica. Suficiente me cuesta mantener el control de lo que hago, pienso, digo o demuestro, como para intentar acotar lo que hacen lo demás para conmigo. "Si de verdad quieres algo, tiene que salir a buscarlo, jugarlo, trabajarlo... porque lo único que cae del cielo es la lluvia".
 Eso si, no confundir mi actual reafirmación con perseguir a nadie, porque no puedo evitar que ante la ausencia de avances, mi interés se diluya como una aspirina en un vaso. He aquí la diferencia, una cosa es mejorar y otra cambiar, y la constancia o la paciencia siguen sin estar entre mis virtudes.