viernes, 28 de junio de 2013

Tormenta

Un día te levantas y te das cuenta de que tu vida se derrumbado. Las cosas que pensabas constantes han desaparecido y ni siquiera eres capaz de echarlas de menos. Me siento rabiosa, enfadada, agobiada, pero no triste, y eso me hace sentir culpable.
Intento ser positiva y procuro no pelearme con la vida, porque suele ser una batalla perdida. Aunque, la verdad, cada vez me lo pone más difícil. Golpe tras golpe consigo levantarme, pero...
¿Cuando pasas de ser optimista a engañarte a ti misma?
En cada ocasión que algo no sale como yo esperaba salta mi click, y consigo darle la vuelta a la situación, consiguiendo que ponga el velo positivo y me convenza de que algo mejor me espera a la vuelta de la esquina. El problema es que, cada vez, quedan menos esquinas que girar y sigo sin hallar nada a lo que aferrarme para seguir manteniendo la esperanza.
Echo la mirada hacia atrás, hacía mi recorrido vital, y las cosas que me parecían admirables ya no me resultan reseñables. Sigo llena de inquietudes y con unas ganas inmensas de vivir y avanzar, pero no paro de encontrarme con muros que detienen mi camino.
Adoro vivir el día a día, pero, cuando las cosas que no te importaban, por obligación, se convierten en una prioridad, todo se ensombrece.
Me levanto cada mañana deseando que pase algo que otorgue sentido al caos que, a pesar de que siempre me haya gustado tanto, ahora ahoga los días. Y en realidad, lo consigo. Siempre encuentro un motivo para sonreír...y aquí es donde me asusto.
¿Soy una loca que se engaña? ¿Existen unos sentimientos lícitos a cada situación de nuestra vida? ¿Que clase de persona eres cuando no son los que tu tienes?
Una vez leí que entre los acontecimientos que nos suceden y los sentimientos que nos provocan, no hay un carril directo, sino que existe una parada, nuestra cabeza. La manera de afrontar las desgracias depende de el planteamiento que hagamos de ellas. Y no significa autoconvencernos de que esta bien, o pasar de todo. Supongo que se trata de supervivencia. No he visto a nadie que el estar triste, o compadeciéndose de si mismo, le haya solucionado ningún problema. Por lo que me niego a ser así.
Temo que si paro, y me pongo a pensar de verdad en lo que he perdido, levantarme puede resultar imposible.
La independencia ha sido una constante en mi vida pero ya no puede serlo. Hay gente que depende de mi fuerza y, aunque me cueste acostumbrarme, ya no camino tan sola como antes.
No puedo negar que siento impotencia. Soy una luchadora resolutiva y cuando todo parece que gira a mi alrededor sin que dependa de mi conseguirlo... me enfado. Quiero seguir, quiero que mis pasos en la arena sigan siendo infinitos, quiero creer que de todo se sale y siendo mucho más fuerte, quiero pensar que de verdad la vida me prepara algo maravilloso...Quiero, quiero, quiero... La cuestión es...¿Voy a poder?