lunes, 1 de octubre de 2012

Un error más que anunciado


No puedo explicar los nervios que surgen cuando llega la hora de una cita a la que sabes que no deberías acudir.
Nunca había permitido que mi deseo fuera el que tomara las decisiones en mi vida. Es cierto, que no me había enfrentado jamás a una gran duda, solía dejar que las cosas fluyeran hasta que se agotaban. Pero esta vez no estaba siendo así, me la estaba jugando y tenía muchas posibilidades de acabar perdiendo.
Por un lado, intentaba controlar mi imaginación, no dejarla que creará situaciones que me alterarán más, aunque fuesen bastante probables; por otro, sabía que en cuanto estuviéramos solos, por mucho que ahora pareciese haberse enfriado la relación (mejor dicho la no relación), la ropa no nos duraría mucho puesta.
Era absurdo intentar convencerme de que podía controlarlo. No lo había hecho hace unos meses en ese baño y ahora me dirigía hacia su casa...

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