Notaba sus ojos clavados en mi espalda, sabía que no se
perdía ni uno de los movimientos, completamente estudiados, que hacía frente a
él. Solo tendría que haberme girado y saludarle, pero ¿Por qué? Me vinieron a
la mente cada una de las palabras, que el fin de semana anterior, habían salido
de su boca. Ahora me parecía penoso como las había analizado, una y otra vez, y
me había convencido de que, tal vez, yo estuviese confundida, de que esa era la
señal. Como había esperado cada segundo hasta ese momento con impaciencia, por
saber cual sería su próximo movimiento. Y sí, me quedo claro, ninguno. Al
final, todo había sido la estúpida fantasía que creas cuando te ilusionas.
Reconozco que no soy una persona fácil, que no hago más que
mandar señales contradictorias que llevan a interpretar que soy una
desequilibrada. Pero no puedo evitarlo, me encuentro en un combate permanente
entre lo que soy y lo que quiero ser, entre lo que me apetece y lo que tengo,
entre lo que espero y lo que me conviene y sobre todo; entre lo que pienso y lo
que después hago. No es algo intencionado, solo el resultado de no haber tomado
una decisión jamás. La costumbre de que si me dejó llevar, al final llegó al
lugar donde estaba planeado que llegaría.
Después de mi traumática ruptura, he aprendido que el
problema de engañar a quien te quiere es que ya nunca va a haber igualdad entre
vosotros. Siempre sabrás que estas por debajo de esa persona, y que por muy mal
que haga las cosas, nunca tendrás la libertad de echárselo en cara, porque tú
lo has hecho peor.
Una relación que se basa en mentiras pende de un hilo muy
fino. Y no son solo las mentiras evidentes, sino que, el desamor, se alimenta
de las medias verdades que te vas creyendo a lo largo de una relación. Nunca he creído en el amor para toda la vida,
el motivo, no puedo entender que solo tengamos derecho a sentir la locura, la
pasión y el sin sentido que te provoca el enamoramiento, solo una vez.
Todos debemos prepararnos para el devastador dolor que
provoca que te rompan el corazón, o romper el de una persona a la que de verdad
amaste en un momento determinado. Siempre había pensado que, de manera egoísta,
era más fácil ser el que deja, que el pobre abandonado. Es mentira. Ser el
verdugo de algo que has construido durante años es muy difícil de afrontar,
porque al final, eres tu el que das el paso de alejarte de algo/alguien que te
hacía feliz.
No importa si es bueno o es malo, si te hace reír o te hace
llorar, lo realmente trascendente es que te rodees de cosas que despierten algo
en ti. La vida tiene que llenarse de vida. No puedes limitarte a dejar que
pasen las horas, los días, los meses…esperando que todo se mantenga, porque es
cómodo, porque así, se esta bien.
Necesito sentir la explosión que causa esa irrupción
inesperada en tu vida. Ese terremoto que hace que se rompan todos los esquemas
que había construido en falsas expectativas de que me conformaba con lo que
tenía. Que alguien no de las cosas por hecho y luche día a día por que mi
puerta siga abierta siempre, o al menos, que en mi ventana la luz este encendida.
El duelo no hay que pasarlo solo cuando alguien muere. Todas
y cada una de las fases que componen la asimilación, hay que llevarlas a cabo
cada vez que pierdes algo que realmente te importa. Tienes que aprender a
dejarlo atrás, a recordar los buenos momentos y tener esperanza de que algún
día podrás seguir adelante y ser feliz por el mero hecho de que pasó en tu
vida, que dejó una huella, y que tú, tal y como terminarás siendo, te has
creado pasando por todas esas ausencias. Supongo que es todo esto lo que me
impulsa a ser tan lenta para avanzar. Me gusta disfrutar de cada mirada, cada
sonrisa, cada conversación estúpida porque necesitas una excusa para estar
cerca de la otra persona. Y es que cuando se termina, es con lo único que me
quedo.
No creo en el amor de mi vida, creo en el primer amor, en el
segundo, el tercero…y así hasta el último. Relleno mí día a día de la pasión
por vivir, de la ilusión por sentir, de la esperanza de ser feliz.
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