Me encontraba recorriendo el mismo trayecto de todas la mañanas,
la música sonaba a través de mis cascos y empezaba a despejarme con ayuda del
aire fresco que corre a primera hora de esos días que hará un asfixiante calor,
cuando una mujer mayor paso por mi lado, con el que supuse su nieto agarrado de
la mano. Esa mujer de rostro cordial, dejo un reguero de olor que fui incapaz
de no respirar. Era intenso pero a la vez fresco, muy vital pero al mismo
tiempo pesado. Resultaba delicioso y me descubrí con una sonrisa involuntaria,
como un acto reflejo ante ese estimulo.
Es increíble la marca que puede dejar en nosotros un olor.
Crea una huella que, aunque creamos olvidada, regresa cada vez que nos topamos
con ese aroma. Si intentas recordarlo es imposible, pero si te cruzas con el,
te asaltan cada uno de los momentos en los que estuvo presente.
Eso mismo me sucedió días antes.
En muchas ocasiones, me llamaba la atención el olor de las
personas, incluso era una de las cosas que me seducían en un hombre. Pero con
él, no había sido así. No me había impresionado lo mas mínimo, o eso creía
hasta que cruzarme de nuevo con esa colonia, provocó que por mi cabeza pasase
cada fotograma de nuestra película.
El y yo el día que nos conocimos, yo rechazándole siempre
con la esperanza de que volviera, el escribiéndome, yo sonriendo y disfrutando
con cada una de nuestras vanales discusiones, de como no me ocultaba nada, de
como me integraba en lo que le había pasado, en lo que pensaba, en lo que le
apetecía, nosotros esa noche en su cama, como me retuve por el sentimiento de
culpabilidad y no me dejé llevar, como por un segundo le miré mientras dormía y
me apeteció ser cariñosa y como después había aparecido mi conciencia para
decirme que saliera de allí antes de estropearlo más.
Supongo que si a continuación de todo eso, el hubiera
demostrado que no solo había sido el capricho que finalmente consiguió, todo
habría sido distinto. Pero cuando intentas convencer a una persona de que no
eres tan superficial, pagado de ti mismo y altivo como aparentas, y después de
pasar con ella una noche, que llevas buscando meses, no das señales de vida, y
a de pesar de eso, ella intenta mostrar normalidad y sigue hablándote y tu te
limitas a contestar con monosílabos, lo siento pero demuestras a esa persona
que no se equivoco ni un poquito contigo.
En ocasiones, me descubro echando de menos las
conversaciones que acababan con mi aburrimiento e, incluso, he cometido la
estupidez de escribirle, pero de nuevo me topo con el muro de su indiferencia.
Estoy harta de oír que con el orgullo no se llega a ninguna
parte, que hay que arriesgarse para ganar, que si no le abres a la gente no les
das opción a complacerte...y demás patrañas de autoayuda que la gente que hace
el ridículo una y otra vez siendo rechazadas se dicen para sentirse mejor con
ellos mismos. He descubierto que yo no valgo para eso, y no me siento mal por admitirlo.
Soy una persona que no esta acostumbrada a sentirse
estúpida, una y otra vez, por intentar que alguien, que claramente pasa de
ella, se digne a dedicarle un minuto de su vida. Tal vez, me tenga en demasiada
estima, pero creo que me merezco una señal, un reconocimiento y una dedicación.
En realidad no soy tan difícil, o posiblemente si, pero
estoy convencida, o al menos intento creérmelo cada día, que yo lo valgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario