Y un domingo más estaba en mi cama intentando colocar en su
sitio cada conversación, cada gesto y cada impresión del sábado-noche.
No paro de sorprenderme del efecto que tienen en mi algunos
momentos a los que no debería dar importancia. Levantar la vista y encontrar
unos ojos que buscabas, es uno de los detalles que consiguen removerme.
Me oculto bajo la manta del cinismo, cuando en realidad
anhelo que me conquisten. Evidentemente no me refiero al tipo de conquista que
se lleva a cabo para conseguir sexo, ese le tengo a menudo. Y lo triste es que
durante cierto tiempo me ha bastado con eso. Confundo la adrenalina por lo
desconocido con la felicidad. El despertar deseo, con que le intereses a
alguien.
Envidio a esas personas que miran a los ojos a la persona
que les acompaña y tengan la seguridad de que le quieren ahí siempre.
Durante meses he despertado a esa Roxanne que se conformaba
con una noche divertida, con alguien ligeramente interesante. La que no quería
sentir mas allá del efímero placer que aportan ciertos juegos, que no puedo
negar que siguen encantándome. Pero tengo que admitir que, tras dejarla manejar
mi vida, he recordado porque la enterré en su momento.
Estoy impaciente por perder este equilibrio tan seguro que
he conseguido. Me gusta estar en calma, pero extraño el caos que crea el
conocer a una persona que piense que mereces la pena lo suficiente para
intentar convencerte de que te quedes a su lado. "Yo no busco, yo
encuentro" es una frase que define mi manera de pensar, porque creo que
buscar es la mejor manera para no hallar lo que quieres. Buscar te impulsa a
confundirte constantemente, a dar alas a situaciones que no lo merecen, incluso
a ensalzar a gente que esta muy por debajo.
Es duro cuando descubres que eres una cobarde más. Alguien a
quien le aterroriza darse un golpe contra el suelo. Y es, más decepcionante aún,
cuando crees que has encontrado a
alguien por quien saltarías, y en una décima de segundo, cuando estas a punto
de dejarte caer, te agarran por detrás y te enseñan algo que hace que vuelvas a
agarrarte a la barandilla. De nuevo, me demuestro lo poco valiente que soy y me
horroriza pensar que nunca encuentre una razón lo suficientemente fuerte para
dejar de tener miedo, o a alguien que me ayude a enfrentarlo.
Sigo creyendo en ti destino, y confiando que me seguirás
dirigiendo al lugar donde debo llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario