lunes, 1 de octubre de 2012

Deseo



Mi dislexia emocional me había arrastrado a esa situación. Era la única explicación que se me ocurría para estar allí con él.
Cuantas veces le había odiado, negado, criticado...y ahora era incapaz de resistirme. Una corriente eléctrica había recorrido mi cuerpo cuando le vi entrar en ese baño. Todo el mundo estaba fuera, cualquiera podría entrar y descubrirnos, pero en ese momento nada tenia importancia, me daba igual. Mi conciencia estaba siendo silenciada por todas las hormonas que recorrían mi cuerpo, la veía perfectamente, amordazada en un rincón, intentando zafarse de esas pequeñas lujuriosas.
Había escapado de la fiesta buscando despejarme. Dar un respiro a mi mente, que no dejaba de fantasear con él tocándome, besándome… ¿Porqué me pasaba esto a mí? Yo era feliz. Quería a mi novio, mi vida era estable y normal. Pero desde aquella noche en que le conocí, un huracán había devastado todo lo que me satisfacía, mi yo antigua ya no existía, era incapaz de pensar en otra cosa. Sí hubiese sabido las consecuencias, jamás le habría hablado esa noche, tampoco le habría dado mi teléfono y mucho menos me habría escapado con el a las siete de la mañana a desayunar. Hablamos durante horas, el día nos apreso sentados en el sofá de esa casa que yo estrenaba con él. Pensé que podríamos ser amigos, que el hecho de que respetara mi decisión de no tener sexo era una señal de que controlaba la situación. Me gustaba sentirme poderosa frente a él. Supe que me deseaba desde que descubrí ese destello en sus ojos que delataba que me había transformado en su reto.
Jamás había debatido de una manera tan abierta, sincera e incluso, soez, sobre mis fantasías. Hasta esa  mañana, en la que me recogió con su moto en la puerta de mi casa, minutos después de que el y su amigo me dejaran,  nunca me había planteado las posibilidades que el sexo me ofrecía, y sin pedir nada a cambio.
Estaba de espaldas, intentando que el oxígeno llegase a mi cerebro, cuando oí el ruido de la puerta. Me giré lentamente, mientras, todo el vello mi cuerpo se erizaba sin ninguna explicación lógica. No hicieron falta palabras. Entre nosotros siempre sobraban. La intensidad que desprendieron nuestros ojos al encontrarse fue suficiente para que supiese que si no salía de allí, no podría evitarlo. El leyó mis intenciones, mi cara debido revelárselo todo porque no me dio tiempo a esquivarle cuando agarró mi mano. Noté como mi respiración se aceleraba, la sangre se agolpaba en mi cara y mi corazón bombeaba con tal violencia, que le oía rebotar contra las pareces. Apretó mi muñeca con tanta fuerza, que si no hubiese estado en esa burbuja de deseo me había hecho mucho daño, pero hasta eso, me estaba volviendo loca. Me dio la vuelta, con rabia, sin ninguna delicadeza. Apreté mis parpados, sabía que si veía sus labios, su sonrisa perversa o sus ojos azules, no habría solución. Estaba atrapada entre su cuerpo y la puerta. Su respiración también se entrecortaba al ritmo que la mía. Podía sentirle. Como su entrepierna se apoyaba en mí y crecía a la misma velocidad que nuestras palpitaciones. Sus labios rozaron mi muñeca. Su lengua recorría lentamente mis venas y yo no resistí más. El deseo nublo mi razón y mi boca buscó la suya con desesperación. No quería razonamientos, excusas, ni nada...solo ansiaba eso, lo necesitaba. La violencia de sus labios sobre los míos, el estar inmovilizada y el escozor que notaba en la mano, me hizo estar a punto de desvanecerme. Cada embestida, cada roce, cada presión de sus caderas sobre mí, convertía todo aquello en una espiral de sed que corte de raíz.
Le alejé, con la misma rapidez que minutos antes había usado para saborearlo por primera vez. De nuevo no hubo palabras. Solo el movimiento de la puerta cerrándose a mi espalda y la promesa conmigo misma de que NUNCA VOLVERÍA A PASAR.






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